Hatha Pradîpikâ, mujeres y hombres hacia el Samadhi.
Gracias al trabajo investigativo y comprometido de Alicia Souto, quien es reconocida como la mayor autoridad del mundo de habla hispana en materia de Hatha Yoga, quienes nos interesamos en la historia y tradiciones del yoga hoy en día tenemos acceso al libro Hatha Pradîpikâ (HP), atribuido a Svâtâmârama (S. XV), conocido como çaturanga Yoga o Yoga de los 4 pasos (Âsanas, Prânâyâma, Mudras y Samadhi), cuya traducción y comentarios, junto a los de los libros Gheranda Samhitâ y Goraksa Shataka, integra el rico contenido de su obra que ahora comentamos «Los Orígenes del Hatha Yoga»[1].
Estructura y contenido del libro:
Como lo recuerda el prefacio de Walter Gardini, se trata el HP de un libro de suma importancia que fuera escrito unos 1.500 años después de 2 pilares fundamentales de la práctica y de la filosofía del yoga como lo son los Aforismos de Patanjali[2] y el Bhagavad Gîtâ[3].
Ahora bien, la estructura del HP está integrada por 5 lecciones que se refieren respectivamente al Tratado sobre Âsanas, al Tratado sobre Prânâyâma, al Tratado sobre Mudras, al Tratado del Camino al Samâdhi y a aspectos digamos terapéuticos o energéticos; y 22 apéndices complementarios.
Concentrándonos sobre el importante contenido de las 5 lecciones, observamos lo siguiente:
La lección 1 se refiere a las Âsanas. Empero, lejos de hacer ver que la parte física o corporal sería el meollo o lo más relevante, como pareciera ser la perspectiva occidental del Hatha Yoga, inicia por dejar muy claro que éste es parte de la preparación para el Râja Yoga[4], que permitirá alcanzar el Kaivalya, iluminación o liberación final. Y en el mismo sentido, invita a considerar un lugar libre de preocupaciones e interrupciones para la práctica, y a evitar su ineficacia mediante comida o esfuerzos excesivos, hablar en demasía, austeridad exagerada, compañía inadecuada e inconstancia.
De ese modo, la práctica de Âsanas nos conduce a dominar la agitación de Râjas y la inercia de Tamas, aumentando la serenidad de Sattva (los gunas o cualidades humanas sobre las que hemos escrito aquí antes)
Se describen varias Âsanas, mencionando en algunos casos sus beneficios físicos particulares o su contribución general a la salud y al bienestar, e igualmente, se tocan aspectos sutiles al aludir a conceptos como los Bandhas, los Mudrâs, el control de la respiración o Prânâyâma, y dentro de éste notablemente el Kevala Kumbhaka (donde casi no se respira, pues es tan leve la inspiración y la espiración que no se llenan ni vacían completamente los pulmones), la purificación de los Nadis o canales energéticos por los que circula el Prâna, etc.
La lección 2 insiste en que la respiración ha de ser regular para que la mente esté estable, dada la conexión entre el proceso respiratorio y el cerebro, siendo el hipotálamo el centro que controla las emociones. Además, reitera la necesidad de controlar el Prâna pues de él depende la vida misma y la salud, y asegurar de ese modo la fluida circulación de la energía a través de los Nadis y especialmente del Nadi central llamado Sushumna, que transita por la médula espinal, para cuya finalidad comienza por proponer las técnicas respiratorias Nadi Sodhana y Anuloma Viloma, destacando la importancia de Kumbhaka (Sahita y Kevala), es decir de la pausa paulatinamente más prolongada deliberada o automática tras el inhalar y el exhalar.
Unos de los puntos más importantes de esta lección es el de la descripción de los seis procesos purificatorios: Dhauti(tragar tela de algodón), Gajakaranî (vomitar), Basti (enema yóguico), Neti (hilo, nariz y boca), Trâtaka (fijar la vista hasta las lágrimas) y Nauli (rotar abdomen), y el trabajar la pérdida del temor a la muerte, a través de técnicas de Prânâyâma como Kapâlabhâti (rápido Pûraka o inhalaciones automáticas), e insistiendo en los Kumbhakas (pausas luego del inhalar y el exhalar) de ocho tipos: Sûrya Bhedana (respiración solar), Ujjâyî (respiración oceánica), Sîtkari (respiración de la serpiente), çîtalî (respiración refrescante), Bhastrikâ (respiración que mezcla Kapâlabhati y Ujjâyî), Bhrâmarî (respiración de la abeja), Mûrcchâ (respiración con Jalandhara Bandha) y Plâvini (respiración desintoxicante).
La lección 3 trata sobre los Mudrâs, como posturas específicas que toman la energía derivada de las Âsanas (no solamente de la posición de dedos y manos) y del Prânâyâma y la redirigen hacia los Nadis, especialmente Idâ Nadi (canal del lado izquierdo de la columna vertebral por el que circula la energía femenina, lunar, Yin), Pingalâ Nadi(canal del lado derecho de la columna vertebral por el que circula la energía masculina, solar, Yang) y Sushumna Nadi, y los Chakras (centros energéticos), desbloqueando los Bandhas (cerrojos o contracciones musculares que bloquean o liberan la circulación de la energía) y favoreciendo el despertar de la Kundalini (poderosa energía espiritual). Y finalmente enumera y menciona esos Mudrâs: Mahâmudra, Mahâbandha, Mahâvedha, Khecarî, Uddiyâna Bandha, Mûlabandha y Jâlandhara Bandha, Viparîta-Karanî, Vajrolî y çakticâlana.
La lección 4 versa acerca del Camino al Samâdhi, es decir, al estado de Râja Yoga, de iluminación o liberación, ese estado en el cual la actividad vital disminuye y la actividad mental se detiene, en la senda de Moksa (la liberación espiritual) y de Laya (disolución del pensamiento dualizante). Así, imbuído de ânanda (gozo y felicidad), el ego se disuelve y el yogui se funde en el Ser Cósmico o Absoluto Infinito (Manas y Atman -mente y alma- se vuelven uno). Ha(sol) y Tha (luna), Shiva (lo masculino) y Shakti (lo femenino) se vuelven uno.
La lección 5 es como un reiterar la importancia de Vâyu (el aire, el Prâna, la energía vital) y la necesidad de liberar la fluida circulación de la energía a través de los Nadis, de modo de hacer desaparecer toda enfermedad o dolor.
Finalmente, el trabajo investigativo de Alicia Souto termina con 22 apéndices que en unos casos profundizan conceptos y en otros suministran importante información adicional, por ejemplo, en temas ayurvédicos; un glosario; y una bibliografía para el interesado en profundizar sus estudios sobre el origen del yoga.
Mi comentario personal:
La lectura del HP no me resultó en absoluto fluida, pues me fue necesario no solo volver y volver atrás y recomenzar, sino procesar, entender y adaptar conceptos originalmente expresados de una manera muy fuerte (hasta dura, ruda y tosca), con instrucciones para Âsanas o ejercicios respiratorios o desintoxicantes que, de primer momento, se perciben como agresivas para el cuerpo (particularmente en cuanto a posturas y técnicas purificatorias), y para la mente de quien hace la práctica de yoga. Realmente suenan plenas de incomodidad y nada confortables, y contrastan con la idea actual de que el practicante ha de sentirse a gusto y seguir su camino y proceso sin juzgarse y en la paciencia y la benevolencia.
Del mismo modo, habituados hoy en día al principio de igualdad de géneros, particularmente para quienes hemos sido estudiosos, enseñantes y defensores de los derechos humanos, es evidente que resulta chocante para oídos del S. XXI las referencias explícitas al yoga como una técnica reservada a los hombres (¿?), máxime cuando hoy en día apreciamos que al parecer la mayoría de quienes lo practican y transmiten son mujeres.
Empero, esto requiere matices, pues por una parte ha de entenderse que no se debe analizar el pasado con perspectivas presentes, sino situarse en las circunstancias históricas; y, por otra parte, habría que preguntarse si lo que ve uno hoy en día tan generalizado en gimnasios, Instagram, etc. es verdaderamente yoga, o una mera actividad gimnástico-deportiva (no pocas veces impregnada de narcisismo y egolatría).
Esta última reflexión conduce a percatarse del hecho de que si, por ejemplo, en el HP se habla del yoga de los 4 pasos, a saber, Âsanas, Prânâyâma, Mudras y Samadhi, a mi parecer es obvio que por más que hayan Âsanas físicamente sumamente complejas y hasta acrobáticas (lo cual jamás querría decir que no pudiesen ser efectuadas incluso con mayor soltura por mujeres), es lo cierto que el sentido común, aunado a expresiones artísticas como esculturas, pinturas, danzas ancestrales y otras, nos ponen de manifiesto la práctica de Prânâyâma, Âsanas danzantes y Mudras por las mujeres. Y, por supuesto, no hay discusión acerca de que el Samadhi está (y siempre ha estado) abierto a todos los seres humanos en sus respectivos procesos individuales, trátese de mujeres u hombres de yoginis o yoguis.
De este modo asumo superada la aparente diatriba contra las mujeres, que he observado en críticas de lectoras de ese libro ancestral, máxime cuando queda claro que el paso de las Âsanas no alude exclusivamente a posturas físico-corporales sin más, puesto que se lo circunscribe plenamente dentro de la idea de Râja Yoga, es decir, que las Âsanas, para ser efectivamente un paso en el camino del yoga, aunado a los otros, han de poder dirigir a quien practica a su iluminación (liberación espiritual en el aislamiento y el desapego). Y es en este punto que podemos entender la importancia que reviste y que el HP le reconoce al dominio del Prâna, esencialmente a través de técnicas de Prânâyâma, pues el control del Prâna, de una manera sutil y paulatina es lo que nos permite entablar la conexión entre el cuerpo y la mente, y a la postre con el espíritu. No en balde y a pesar de lo que mucha gente y profesores de yoga creen, lo que puede realmente distinguir a un practicante como principiante, intermedio o avanzado, más que un tema físico (flexibilidad, dominio de Âsanas, etc.), es precisamente el control de la respiración.
Llegados a este punto es donde comienzo a percatarme de que este yoga de los 4 pasos no implica una reducción de pasos en el camino a la liberación espiritual, o visto también como la superación de la rueda del Karma para finalmente alcanzar la unión con el Absoluto Infinito. En efecto, no se trata de “simplificar” el camino del yoga eliminando pasos para que en lugar de 8 (que vimos en un artículo anterior lo predica el Ashtanga Yoga del Yoga Sutras de Patanjali: Yamas. Niyamas, Âsanas, Prânâyâma, Pratyahara, Dharana, Dhyana y Samadhi), sean estos 4 del HP.
Nada más lejano a la interpretación adecuada, puesto que ese código ético de la benevolencia para con los demás y para con uno mismo, así como la necesidad de abstraerse de las percepciones sensoriales, de concentrarse y de meditar, se encuentran de suyo indefectiblemente implícitos en un mismo y único proceso o camino que, presentado de una forma o de otra, contiene los mismos indispensables elementos, todos circunscritos dentro del Dharma o acción justa y desinteresada.
Así, la parte sutil y fundamentalmente energética del yoga, representada por la plena consciencia durante toda la práctica, e incluso también en cada instante de la vida, de los Chakras, los Nadis, los Bandhas, y ello mediante la realización de gestos corporales y manuales denominados Mudras, y del control del Prâna, es lo que lenta y progresivamente nos va conduciendo a un estado de valorización del instante presente, de agradecimiento y reconocimiento, que se manifiesta en un cada vez mejor estado de salud física y mental, de serenidad, de felicidad, en nuestro camino a-dual o no dual (monista) hacia nosotros mismos, y finalmente hacia el Samadhi.
Namasté!!!
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